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INTRODUCCIÓN
Desde principios de este año hemos estado colaborando codo con codo con les compañeres que organizaban el Festival de fotografía incisiva Ullal. Junto a otros colectivos, tuvimos la oportunidad de participar en la categoría llamada Dentera, que habla de represión y violencia institucional.
Durante el festival, celebrado en mayo de 2022 en Can Batlló (Barcelona), participamos en un debate en el que pudimos compartir nuestras experiencias y perspectivas sobre la imagen y la violencia institucional con colectivos antirracistas, transfeministas y personas que utilizan la la imagen como medio de lucha, visibilización, conscienciación y resistencia (Tanquem els Cies, Se va a armar la Gorda, Mal de Ojo y Ullal).
En el debate se hicieron reflexiones sobre el uso que hacemos de las imágenes; quien es/son los sujetos, identidades y cuerpos que en ellas aparecen; quién, cuándo, cómo y por qué se toman las fotografías; hacia dónde apuntan las cámaras: hacia quien recibe la violencia o hacia quien la ejerce; que maneras tenemos de mostrar la violencia institucional y sus resistencias; de qué manera los cuerpos policiales, el sistema judicial y los medios de comunicación pueden utilizar las imágenes que se publican para reprimirnos; y otros temas muy interesantes que se nos quedaron en el tintero.
Desde Colze a colze quisimos hacer una aportación al festival montando una instalación artística llamada La foto de portada que nos animara a debatir y reflexionar sobre las imágenes y la represión a la disidencia política en un contexto de movilizaciones.
LA FOTO DE PORTADA
Confrontar la violencia policial. Pintar o romper un escaparate.
Quemar un contenedor (o, a veces, tan solo acostarlo en el suelo).
¿Por qué son estas las imágenes más buscadas en una manifestación?
Estas tres situaciones suelen llamar la atención de las cámaras por su potencial estético y material, y por el impacto visual que genera la imagen de una o varias personas protagonizando la acción.
Con este proyecto intentamos mostrar los motivos que llevan a cada una de las cámaras que nos apuntan a dispararnos cuando nos acercamos a cualquiera de estos objetos. También queremos aportar nuestra visión a los debates actuales y reflexiones colectivas sobre la toma de imágenes en las movilizaciones y su posterior publicación.
A la vez, nos gustaría poder cuestionar este tipo de miradas hegemónicas que alimentan, directa o indirectamente, la iconografía del héroe o el villano, siempre parciales.
¿Qué hay detrás de estas imágenes?
La mirada se centra en la acción, en aquello que está ocurriendo en ese mismo instante y que parece que haya surgido de la nada. Es cierto que algunas veces estos actos surgen de la euforia colectiva y son fruto de la improvisación, pero nos gustaría visibilizar también todo aquello que sucede antes y después y que es necesario para que esto ocurra.
Las situaciones de violencia estructural cotidiana que recibimos, la frustración por no vernos capaces de confrontarla, los intentos y voluntad de convertir la rabia y el miedo en algo colectivo y transformador, las reuniones y asambleas para organizar una manifestación, el trabajo de hormiguita, de picar puertas y picar piedra, todas las tareas productivas y reproductivas que asumimos alrededor de una campaña o movilización, las formaciones antirepresivas previas y posteriores, el acompañamiento y apoyo legal, emocional y político a las personas represaliadas y muchas otras tareas más o menos invisibilizadas.
También nos gustaría reflexionar sobre el hecho que no todas las personas que participamos en esa movilización tenemos todas las facilidades necesarias para protagonizar este tipo de acciones, que implican una serie de condiciones materiales, físicas, mentales y emocionales determinadas. Pero eso no significa que no podamos poner nuestro granito de arena para que estas situaciones se den asumiendo otras funciones tanto o más importantes que coger una pancarta reforzada, un martillo, un spray o un mechero.
A veces también observamos en estas situaciones cómo se genera una división implícita entre les manifestantes. Por un lado aparecen “las encapuchadas”, aquellos grupos o personas que muchas veces cogen la iniciativa de la acción.
Por otro lado, el resto de las manifestantes, con el rostro descubierto y con una actitud más pasiva que observan la escena, a veces ajenas a ella, a veces cómplices, pero siempre desde una distancia. Esta distancia también está generada por las personas que buscan La foto de portada, ya que en la foto solamente aparecen las personas que protagonizan la acción y no el resto de personas, que también están haciendo que ese momento sea posible.
Esta distancia es también uno de los efectos de la represión. En ocasiones pensamos que si individualmente no hacemos nada ilegal, no participamos de la escena o tomamos una distancia prudencial, no nos tocará la represión. Pero la represión no solamente afecta a quien “pillan” in fraganti o unos meses después gracias a una investigación policial, sino que nos afecta a todes les que sentimos esa lucha como nuestra y formamos parte o nos identificamos con los colectivos reprimidos.
Una imagen vale más que mil palabras.
Pero también puede costarnos miles de euros en multas o años de cárcel.
Muchas veces la represión actúa sobre una o varias personas con el objetivo de afectar a un colectivo y, por extensión, a toda la población. Pero, no hay que olvidar, que las causas judiciales se dirigen mayoritariamente hacia sujetos específicos.
Es por eso que el sistema represivo necesita identificar a las personas que cometieron el delito y qué grado de participación tuvo cada una de ellas. Pretenden así romper al colectivo condenando al individuo.
Este es uno de los motivos por los que a veces nos cuesta colectivizar las cuestiones antirepresivas.
No obstante, es el paraguas de lo colectivo el que nos puede proporcionar cierto anonimato. Actuar en grupo rompe con la individualización de la represión (y, por qué no decirlo, es más divertido). Tapar, romper, bloquear o inhabilitar las cámaras dificulta la identificación. A veces, ser manada evita que puedan pillar a la loba solitaria.
Cuidémonos entre nosotres para ser peligrosas juntas.
Hay muchas maneras de tomar fotos sin ponernos en riesgo. Somos creatives, podemos trucar las imágenes, borrar la información que contienen en forma de metadatos, grabar vídeos sin que en ellos aparezcan las manifestantes, tomar fotos que escapen de los imaginarios hegemónicos…y seguro que entre todes se nos ocurren algunas más.
Tapar las partes de nuestro cuerpo que nos hagan reconocibles dificulta la identificación. Vestir de manera parecida (ya sea al estilo bloque negro, con pelucas de colores, trajes o uniformes) también nos proporciona cierto anonimato.
Una de las tareas más urgentes y necesarias que tenemos consiste en encontrar cómo incluir dentro de nuestras estrategias antirepresivas a los cuerpos no normativos, que tienen más dificultades para formar parte de una masa homogénea, porque representan la otredad, lo diferente, lo singular, lo raro… Tener esto en cuenta también se puede considerar autodefensa.
Somos diverses y esa es también una de nuestras fortalezas. Así que, una vez más, ¡seamos creativas!
POLICÍA
LA BRIGADA DE INFORMACIÓN (GOAP Y UCIOP)
La policía nos acosa constantemente con sus cámaras. Actualmente es casi imposible presenciar una intervención policial sin que alguno de ellos grabe la actuación. Lo hacen, principalmente, para pillarnos cometiendo uno o varios delitos y así poder incriminarnos, con el objetivo de reprimirnos.
El policía que nos dispara cámara en mano forma parte del GOAP (Grup d’Obtenció i Assegurament de la Prova), una unidad especial de los Mossos d’Esquadra que suele acompañar a los antidisturbios (BRIMO y ARRO) en sus actuaciones. También suelen grabarnos con una cámara encima de los furgones o incluso desde el helicóptero que sobrevuela las manifestaciones y, como se ha visto recientemente, utilizando drones teledirigidos. A parte de esta unidad, hoy en día, cualquier agente de a pie puede llevar una cámara enganchada a su chaleco.
La Brigada de Información de los Mossos, llamada UCIOP (Unitat Central d’Informació en Ordre Públic) también recopila todas las imágenes publicadas en la prensa y en internet para aumentar su archivo, con ellas generan perfiles e identifican a quién protagoniza la acción, utilizando una comparativa de imágenes para criminalizarnos y reprimirnos.
EMPRESAS E INSTITUCIONES
Las empresas instalan cámaras de videovigiláncia para espiar a sus trabajadoras y para enjuiciar a cualquier persona que cometa un delito en sus instalaciones. Es una manera de controlar y disuadir a sus empleades y proteger sus bienes materiales.
Las instituciones también lo hacen para dar a sus ciudadanos una supuesta sensación de seguridad, muy influenciados por las noticias alarmistas de la prensa generalista, aumentando así el control social.
En junio de 2020 se abrió un polémico debate debido a las 13 cámaras de reconocimiento facial que el Ayuntamiento de Barcelona quería instalar en las zonas céntricas de la ciudad. La novedad de estas cámaras, respecto a las que ya tenemos en nuestras calles y plazas, es que tenían un sistema de almacenamiento de imágenes y un software de inteligencia artificial. Después de varias críticas por el peligro contra la privacidad que suponían y porque las mediciones biométricas de nuestros cuerpos esconden medidas represivas, la instalación de las cámaras quedó paralizada debido a errores administrativos.
PRENSA GENERALISTA
MEDIOS DE DESINFORMACIÓN MASIVA
La prensa generalista busca obsesivamente estas imágenes con la intención de catalogar de violenta una manifestación, deslegitimar la protesta y evitar hablar de las reivindicaciones y conflictos sociales que hay detrás de la acción. Obedecen los intereses de los gobiernos y las empresas que las financian.
Frecuentemente acompaña estas imágenes con un discurso donde señala a las manifestantes que protagonizan la acción como «los grupos violentos», «las instigadoras» o «les infiltrades», construyendo así el sujeto del Enemigo interno, que tiene un gran impacto en la sociedad.
FOTOPERIODISTAS FREELANCE
Muchas veces, las periodistas freelance (autónomas) simplemente buscan la foto que les haga ganar algo de dinero vendiéndolas a la prensa generalista, con la esperanza de salir de la precariedad económica. Empatizamos con la necesidad de ganarse la vida en un mundo laboral basado en la explotación, pero creemos que podemos encontrar otras maneras de hacerlo sin que ello nos ponga en riesgo.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN ALTERNATIVOS
Algunas fotoperiodistas alternativas toman estas fotografías para difundir las movilizaciones, dar visibilidad a los movimientos sociales y denunciar la violencia policial. Algunes también lo hacen con la esperanza de que puedan servir como prueba y salvarnos en un juicio. Es cierto que en algunas ocasiones estas imágenes han servido para absolver a las personas acusadas. Pero, la realidad es que el número de casos que conocemos en los que esas fotos han servido como prueba para incriminarnos y condenarnos son bastante más numerosos.
Hacer más visible y denunciar la violencia policial es una tarea importante y muchas veces también implica un riesgo para las fotoperiodistas.
Pero querer estar presente para grabar o fotografiar todas las situaciones en que nos encontramos con la linea policial significa asumir que siempre vamos a ser nosotres quien recibe, nos relega a una actitud pasiva, nos pone en riesgo cuando confrontamos esa violencia y a veces incluso nos abstiene de hacerlo.
FOTÓGRAFOS ESPONTÁNEOS
Las estrategias comerciales de las compañías telefónicas y los fabricantes de smartphones han conseguido que la mayoría de nosotras tengamos constantemente una cámara de fotos en el bolsillo y que podamos tomar una foto con un gesto tan sencillo como hacer un solo click.
La enorme presencia de todo tipo de redes sociales en nuestras vidas, propiciada por las grandes corporaciones tecnológicas, ha hecho que sintamos la «necesidad» de publicar en ellas todo aquello que hacemos o vemos. A veces, se busca la imagen más espectacular para ganar más seguidores o algunos «Likes».
Muchas de nosotras simplemente las tomamos por inercia o para enseñárselas luego a nuestres amigues. Otras, para mostrar que hemos asistido a una protesta y que damos apoyo a esa causa.
Grabar y publicar imágenes de manifestaciones puede significar un riesgo para las personas que en ellas aparecen, así que creemos importante que antes de tomar una foto lo pensemos dos veces y reflexionemos sobre ello: ¿Por qué estoy haciendo esta foto? ¿Hay ya suficientes imágenes de esta manifestación cirulando por la red? ¿Puedo poner en riesgo a alguna persona publicando este video? ¿Puede ser que haya gente que no quiere aparecer en mi foto? ¿Les he preguntado?
A pesar de los inconvenientes que tiene utilizarlas como medio de difusión, las redes sociales nos permiten mostrar situaciones y realidades que normalmente son invisibilizadas, este es uno de los motivos por las cuales las utilizamos que valoramos positivamente.
FOTÓGRAFAS AFINES
Algunes fotógrafes afines quieren contribuir a nuestras luchas y apoyar nuestros colectivos a través de la imagen, esto es algo que queremos valorar y agradecer. No son personas ajenas a los movimientos sociales, sino que forman parte de ellos y su manera de aportar es asumir esta tarea, que también requiere mucha valentía, esfuerzo y dedicación. Para llevar a cabo esta tarea, piden el consentimiento de los colectivos que convocan la movilización y de las personas que aparecen en las fotografías.
MOVIMIENTOS SOCIALES
Los movimientos sociales hacemos fotos porque queremos visibilizar nuestras luchas y nuestras acciones, mostrar la actitud de una protesta, buscar la complicidad de nuestras potenciales aliades, señalar a los responsables de un conflicto social, animarnos a romper con la paz social o para conservar esos archivos y contribuir así a nuestra memoria histórica.
UNA ÚLTIMA REFLEXIÓN…
CON SENTIMIENTO
Hay muchas situaciones personales y momentos vitales que hacen que no queramos ser retratades o aparecer en una imagen, a veces porque así lo hemos decidido, otras porque nos vemos empujadas a ello.
Aunque una foto pueda parecer inofensiva a ojos de quien la está tomando, aunque detrás de la publicación de una imagen se encuentre la mejor de las intenciones, no podemos dar por hecho que una persona quiera aparecer en ella y mucho menos que quiera exponer su cuerpo en la prensa o en internet.
Este es otro de los motivos por los que pedimos que se pregunte antes de disparar y que las fotoperiodistas lleguen a acuerdos con los colectivos que convocan cualquier acción, evento o manifestación y con las personas que participan en ellas. Sabemos que no es una tarea fácil y que requiere de una coordinación y comunicación antes, durante y después de la movilización que no siempre se puede dar. Pero creemos que es un tema importante a tratar y reflexionar.
Quizá perderemos algunas imágenes chulas, pero ganaremos aliades y bienestar mental y emocional.
Seamos críticas y autocríticas con las imágenes. Reflexionemos sobre cuándo las hacemos, para qué y por qué canales las vamos a difundir. Generemos nuestra propia memoria, y herramientas que nos permitan ser anónimas si queremos o visibles si así lo deseamos.
ALGUNOS MATERIALES ÚTILES PARA DIFUNDIR
OCTAVILLA ¡APAGA LA CÁMARA!
OCTAVILLA GOAP